Érase una vez una viejita y un viejito que vivian solos en una antigua casita junto al camino.
Un día, la viejita decidió, como sorpresa, cocinar algo especial.
- Voy a hacer un hombrecito de jengibre - dijo.
Entonces la viejita hizo una galleta de jengibre en forma de muñeco y la puso al horno. Pero pronto oyó una suave vocecita que gritaba:
- ¡Déjenme salir! ¡Déjenme salir! -
La viejita se acercó al horno para escuchar mejor. Luego abrió la puerta del horno.
¡El hombrecito de jengibre salió de un salto! Atravesó la cocina a saltitos y corrió directo para afuera.
El hombrecito ya estaba corriendo por el camino antes que los viejitos alcanzaran a salir de la casa. Ellos no podían correr tan rápido como él.
- ¡Alto! Queremos comerte. ¡Alto hombrecito de jengibre! - gritaron sofocados.
Pero el hombrecito de jengibre no hizo más que cantar;
- ¡Corran, corran todo lo que puedan! ¡A mí no me podrán agarrar! ¡Soy el hombrecito de jengibre! -
Pronto el hombrecito de jengibre se encontró con una vaca.
-¡Alto hombrecito! - mugió la vaca. - Te ves muy sabroso. -
Pero el hombrecito de jengibre simplemente se puso a correr más rápido, cantando:
- ¡Corran, corran todo lo que puedan! ¡A mó no me podrán agarrar! ¡Soy el hombrecito de jengibre!
Corría y corría la vaca, pero no pudo alcanzar al hombrecito de jengibre.
Más allá se encontró con un caballo. - ¡Alto hombrecito! - relinchó el caballo.
- Pareces ser muy sabroso, y tengo hambre. -
Pero el hombrecito de jengibre simplemente se puso a correr más rápido.
Galopaba y galopaba el caballo, lo más rápido que podía, pero no pudo alcanzarlo.
- Me escapé de unos viejos y de una vaca. - gritaba el hombrecito de jengibre, cantando a medida que corría:
- ¡Corran, corran todo lo que puedan! ¡A mí no me podrán agarrar! ¡Soy el hombrecito de jengibre! -.
El hombrecito de jengibre siguió corriendo, cada vez más lejos y cada vez más rápido. Se sentía feliz y orgulloso de su rapidez.
Por fin se encontró con un zorro viejo y astuto. - ¡Alto! ¡Alto hombrecito! - le dijo el zorro, sonriendo burlón y lamiéndose los labios.
- Quiero hablar contigo -.
Pero el hombrecito de jengibre, ni se detuvo a escucharlo. Simplemente, cantó:
- ¡Corran, corran todo lo que puedan! ¡A mí no me podrán agarrar! ¡Soy el hombrecito de jengibre! -.
El zorro viejo y astuto sabía correr muy rápido y corrió tras él. Lo siguió todo el camino a través del bosque.
No había pasado mucho tiempo, cuando llegaron a un río. El hombrecito de jengibre no sabía que hacer.
El zorro viejo y astuto, no estaba muy lejos.
- Yo te ayudaré - le dijo, sonriendo para sí.
- Si saltas a mi cola te llevaré hasta el otro lado. Eatarás seguro y seco -.
Entonces el hombrecito saltó a la cola del zorro y el zorro atravesó el río nadando.
Muy pronto el zorro le dijo:
- Pesas demasiado para llevarte en mi cola, salta a mi lomo -
El hombrecito de jengibre saltó al lomo del zorro.
Muy pronto el zorro le dijo:
- Pesas demasiado para llevarte en mi lomo ¿Por qué no saltas a mi hocico? -.
El hombrecito de jengibre saltó al hocico del zorro.
Finalmente llegaron al otro lado del río. El zorro hizo la cabeza hacia atrás y lanzó hacia arriba al hombrecito de jengibre.
Luego el hombrecito de jengibre cayó y el viejo zorro hizo ¡Crac! con los dientes.
Y así terminó el hombrecito de jengibre.
FIN
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