CALI, D. (2005): Un papá a la medida. Madrid, Edelvives.
Ahora las familias no son como las de antes. Hay muchos tipos de familias. Las hay con dos papás, con dos mamás, con un papá y una mamá, con un solo papá o, como en el caso de esta niña tan feliz, con una sola mamá que busca un papá… Pero las cosas, a veces, no son tan sencillas; es como buscar una aguja en un pajar, o será, quizá, que somos excesivamente exigentes.
CARLE, E. (2005) Don caballito de mar, Madrid, Kókinos.
Don caballito de mar va recorriendo el fondo submarino y descubriendo cómo no es él el único padre que es responsable de sus crías, sino que hay otras especies en las que el macho es el que se dedica al cuidado de los huevos que las hembras han puesto.
CASAS, L. (2007): Ernesto. Madrid, Serres.
El león Ernesto pasea por la sabana en busca de suculenta comida, sin decidirse por qué plato empezar. La historia terminará de una forma sorprendente cuando aparece en escena la señora leona, para dejarle las cosas muy, pero que muy claritas...
COLE, B. (1998): El príncipe ceniciento. Barcelona, Destino. / RODRÍGUEZ ALMODÓVAR, A. (1990): El bello durmiente. Sevilla, Algaida.
Estos dos cuentos están inspirados en la tradición oral, aunque narran las historias clásicas de forma invertida.
DÍAZ REGUERA, R. (2010): ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa? Barcelona, Thulé ediciones.
Rosa, una pequeña princesa, se hace preguntas y plantea dudas ante una realidad para ella aburrida y monótona. Rosa imagina y se pregunta por otra forma de vivir, en la que las princesas no tienen que pasar el mal trago de besar a un sapo para descubrir si es un príncipe azul. Su ilusión es ser diferente, vivir las aventuras que los príncipes viven en los cuentos.
JANOSCH / VIRTO, C. (2003): Papá león y sus felices hijos. Madrid, Kókinos.
Había una vez una mamá leona y un papá león que tenían siete hijos. Mientras la mamá estaba en la oficina, el papá se ocupaba de la casa y de hacer felices a sus leoncitos.
LEAF, M. (2003): Ferdinando, el toro. Salamanca, Lóguez.
Ferdinando, el toro, jamás embestía y amaba, por encima de todas las cosas, el olor de las flores. Un día sufrió una picadura de avispa que provocó su enfurecimiento, justo en el momento en el que varios picadores buscaban un toro bravo. Se lo llevaron a la plaza de toros y, una vez allí, no solo no envistió al torero sino que se dedicó a oler las flores que lucían las mujeres presentes en la plaza; así que fue devuelto a la dehesa, donde todavía vive feliz...
TURÍN, A. (2001): Una feliz catástrofe. Barcelona, Lumen.
En esta familia ratona, las hijas y los hijos admiran a su papá, que en la mesa siempre sabe todo y corrige a la mamá. Una inundación en la casa cambiará muchas cosas...
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