19 febrero 2010

El Mundo como Biblioteca

En las 9as Jornadas Bibliotecarias de la Universidad de Chile, Enzo Abbagliati fue invitado a ser parte de los ponentes. En esta oportunidad, realizó un presentación que abrió el evento. Adjunto se incluye la presentación y la transcripción de la misma.



Si el usuario es el contenido, hay que preguntarse de qué usuarios estamos hablando. En las redes sociales las bibliotecas no se encontrarán con el usuario tradicional, sino con usuarios que posiblemente ya están hoy dando vueltas en sus salas y, sin lugar a dudas, usuarios que aún no llegan a ellas por diversas razones (por ejemplo, por edad) pero que son potencialmente sus usuarios futuros. Reconocer ésto, implica además entender que para muchos de estos usuarios, lo digital y lo real son dos dimensiones de un sólo mundo, en el que habitan de forma natural, de una manera hiperconectada y ubicua gracias a múltiples dispositivos tecnológicos. Pero en este habitar, el elemento característico es la conversación permanente. Son usuarios de bibliotecas (actuales o futuros) que aprenden conversando, que juegan conversando, que deliberan conversando, que deciden conversando, generan contenido conversando.

Si el usuario es el contenido, la comunidad es la colección. El conjunto de los usuarios descritos antes, usan las redes, pero más que una relación fetichista con dispositivos, aplicaciones y programas, establecen una relación afectiva con las redes, ya que a través de éstas se produce el encuentro con los otros, las otras. El encuentro con aquellas personas con las que comparten intereses, motivaciones, sueños, pero también con las que discrepan, con las que debaten. En este encuentro, construye esta comunidad un muy potente ecosistema conversacional, un diálogo a veces desordenado, rico en diversidad, generador absoluto de un contenido que no para de crecer. Hasta una pregunta sencilla solicitando sugerencias de lectura es capaz de desatar una conversación de múltiples hebras, revelando que la colección ya no la forman sólo los libros, sino que las mismas personas son la colección, una potencialmente infinita.

Si el usuario es el contenido y la comunidad la colección, entonces el mundo es la biblioteca. Parece un cierre lógico de la reflexión, pero esconde que "ese" mundo es uno donde se han quebrado algunos paradigmas, entre ellos la mirada ilustrada sobre cómo reunir el conocimiento de la Humanidad en una sola obra. En las redes, es la Humanidad quien asume la tarea, no un reducido y autoseleccionado grupo de ilustrados profesores universitarios. Y si el sueño de Diderot y Adler está en crisis, también lo está el ideal de la Biblioteca de Alejandría (y el de todas las bibliotecas) de reunir en un espacio físico el compendio del saber del mundo. Los términos se han invertido y en este mundo de redes distribuidas hacia el que nos movemos con gran rapidez, a punta de hipervínculos podemos parafrasear a Borges y enorgullecernos de aquellos a los que enlazamos y no tanto de quienes nos enlazan. A través de los primeros abrimos las puertas de la biblioteca, las puertas del mundo, ese mundo lleno de usuarios, llenos de redes.

Sin usuarios no hay biblioteca. Ésta debe habitar donde se mueven sus usuarios, recordando que, como dijo Ranganathan hace ya siete décadas, la biblioteca es un organismo en crecimiento.

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