RESEÑA: La señorita Laburnum era la bibliotecaria del pueblo y un día un grupo de bandidos decidió secuestrarla para obtener por ella un rescate que sin duda la Municipalidad estaría dispuesta a pagar ya que Laburnum era esencial en la culturización de la población. Fue llevada a una cueva y allí los bandidos se dieron cuenta que ella padecía de sarampión y todos se contagiaron excepto el jefe que ya había padecido la enfermedad. Allí fue que debieron depender de la bibliotecaría y dejarla libre para que los cuidara y les llevara remedios. Ella con su buen corazón los atendió y les leyó libros que llevó desde la biblioteca, los bandidos sanaron y ella volvió a su trabajo, pero al tiempo recibió la visita del bandido jefe que se refugió en la biblioteca porque era perseguido por un policía. Ella decidió ayudarlo y para esto le pidió que le dijera su nombre, el bandido avergonzado confesó que se llamaba Bienvenido Bienhechor. La bibliotecaria después de reirse puso al bandido en el estante de la letra "B" entre los libros. Cuando el policia llegó le dijo a la bibliotecaria que quería llevarse al bandido que estaba en el estante y ella le pidió su tarjeta de lector. Como no la tenía el policía tuvo que ir hasta su casa a buscarla para poder retirar al bandido . Mientras tanto la bibliotecaria lo dejó ir y cuando el policia volvió le dijo que lo lamentaba pero que ya había sido retirado por otro lector y que debía anotarse para una próxima ocasión en una larga lista de espera. El policía se fue desanimado. Al tiempo después el bandido volvió para decirle que los otros miembros de la banda extrañaban mucho los cuentos y las lecturas, así que ella inscribió al bandido en la biblioteca y le prestó varios libros. Ahí él se dio cuenta que se estaba enamorando de la señorita Laburnum y parecía que el sentimiento era recíproco. Tiempo después, hubo un temblor y todos los libros cayeron sobre la bibliotecaría. El bandido jefe corrió a la biblioteca a rescatarla y consiguió sacarla ilesa aunque un tanto despeinada para luego confesarle su amor y pedirle matrimonio. Ella aceptó encantada y la justicia perdonó al bandido sus deudas con la ley en vista de su heroísmo. Ambos se dedicaron a atender la biblioteca y llevaron al resto de la bandidos que ya se habían reformado, a trabajar de ayudantes. Todos quedaron felices aunque de vez en cuando los ex-bandidos quitaban los carteles de "silencio" y "no fumar", para sentirse más cómodos.
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